Comentario
Según la información de Timeo, Cartago fue fundada en el último cuarto del siglo IX a.C. por un grupo de exiliados procedentes de Tiro, en las costas del norte de Africa (Túnez), al margen de los planteamientos comerciales de la expansión fenicia.
En la segunda mitad del siglo VI a.C. Cartago adquiere el carácter de Estado de amplia base geográfica y potencia la explotación económica del territorio interior desconocido. Como consecuencia la economía cartaginesa se transformó en mercantil y agrícola-comercial. El resultado fue una "punificación" de la tierra interna cartaginesa sembrada de aldeas y ciudades agrícolas.
Parece claro que los cartagineses desarrollaron un importante comercio administrativo ante las dificultades para consolidar su prestigio en una base agrícola-territorial en el norte de Africa, reglamentado por tratados políticos (con los etruscos, con Roma). Esta irradiación comercial no parece detectarse en el Mediterráneo Central (Sicilia, Cerdeña) y Occidental (Península Ibérica e islas) hasta el siglo VI a.C., aunque su florecimiento parece haber sido en cierta medida posterior. Con todo, las evidencias literarias y arqueológicas señalan la existencia de algunos asentamientos de origen cartaginés (Almuñécar, Ibiza) hacia mediados del siglo VII a.C. En opinión de González Wagner, estas tempranas fundaciones no parecen haber respondido a una motivación de tipo comercial, ya que los intereses de los cartagineses no se encuentran aún presentes, sino posiblemente a un problema demográfico creado en Cartago por el flujo migratorio procedente del Levante y desencadenado por la presión asiria.
Dentro de los objetivos comerciales a partir del siglo VI a.C. y, sobre todo, en el siglo V, se superponen diversas corrientes comerciales en el Mediterráneo Central y Occidental, más como una "entente" económica que como competencias y hostilidades. Esto se pone de manifiesto en la batalla de Alalia, Córcega (535 a.C.), narrada por Heródoto, con enfrentamiento de etruscos, cartagineses y griegos, más como operación de limpieza contra los piratas focenses que entorpecían el tráfico en el mar Tirreno.
Por todo ello, el establecimiento del círculo comercial cartaginés en la Península Ibérica, al igual que en otras zonas, no supone ni una conquista territorial, ni un cierre de estos mercados a las actividades de los griegos, ni una merma de la autonomía de los establecimientos fenicios que, como Gadir, la conservaron incluso durante el período bárquida.
Las actividades económicas de fenicios y cartagineses en Occidente se desarrollaron de un modo independiente, aunque con las lógicas conexiones y con interferencias con otros pueblos, que se saldaron por medio de tratados (romano-cartagineses de los años 509 y 348 a.C., por ejemplo).
En este estado de cosas, la derrota de Cartago por Roma en la I Guerra Púnica (264-241 a.C.) significó, junto con la pérdida de Sicilia y Cerdeña, el desmembramiento de todo el edificio sobre el que había descansado el comercio de Cartago en Occidente. Al Estado cartaginés únicamente le quedaban dos alternativas: o convertir a Cartago en una potencia africana basada en la explotación de los recursos locales, como proponía la facción de Hanón II el Grande, o sustituir los antiguos elementos de control indirecto por la conquista de los territorios cuyas materias primas se necesitaban, como proponía Amílcar Barca, cuya tesis triunfó. Amílcar inició la conquista de las tierras, pero fue su yerno Asdrúbal quien las organizó administrativamente, sentando las bases para un estado federal ibero-púnico, aprovechando las propias instituciones indígenas y vinculándose mediante lazos de matrimonio y hospitalidad a las élites dominantes indígenas.
Pero la dominación directa cartaginesa en la Península Ibérica no implicaba la monopolización de los mercados y las relaciones comerciales externas, diferenciándose un comercio de estado de los Bárquidas y un tráfico comercial independiente de éste, pero que lo complementaba.
En el año 226 a.C. se produce la primera intervención romana frente a las actividades cartaginesas en la Península Ibérica, firmándose el tratado del Ebro. Pocos años después estalla la Segunda Guerra Púnica y se inicia la conquista de Hispania por Roma.